martes, 14 de junio de 2011

El Diván

   Y sentóse la estirada y prepotente señorita en el cómodo diván, y entre llantos y algún sollozo confesó a su amigo fiel, el psicólogo, que un enorme problema la venía atormentando desde hace innumerables años . Pero el problema de esta persona desquiciada, no se trataba de un mísero problema trivial y mundano, si no que era un problema tan grande, que escapaba a la escasa comprensión humana y se mezclaba con la divinidad del infinito.
   Las palabras salieron miedosas de su pequeña boca, entrecortadas por balbuceos, desquiciando los tímpanos del expectante espectador, que intentaba aferrarse hasta al sonido más nimio para captar el trascendental mensaje; el cerebro del venerado señor, que atendía a cualquier tipo de persona que estuviera lo suficientemente loca y fuera lo suficientemente rica, captó por fin las palabras de la bella joven, que se fueron descifrando poco a poco en su mente, hasta que vislumbró dentro de sí mismo tres palabras perfectamente definidas:
Soy la Hostia

2 comentarios:

  1. este me ha gustado un poco menos, sobre todo porque el final no sabes si lo piensa el psicologo o el paciente. pero sigue escribiendo

    ResponderEliminar
  2. si, la verdad esque es la que menos me gusta XD

    ResponderEliminar