domingo, 5 de junio de 2011

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Edificios altos, edificios bajos, muros, carreteras, coches cuyos conductores tienen mucha prisa, coches cuyos conductores están calmados, camioneros fumadores, fumadores como camioneros, gente de todo tipo… Al rato todas estás cosas se van haciendo cada vez más pesadas y se empiezan a oscurecer poco a poco, al cabo del tiempo todo se va haciendo más chiquitito también, hasta que llega un punto en el que todo desaparece engullido en un profundo cielo negro.
        A partir de este punto, todo empieza a tomar color otra vez, todo vuelve a su tamaño normal, todo se encuentra otra vez como siempre. Pero esto sólo dura unos instantes, pues antes de darse cuenta, aquellas cosas tan triviales, aquellos objetos tan mundanos, adopta formas imposibles y adquieren características peculiares. Aquellos edificios altos ahora son gorilas enormes que intentan aplastar a los edificios pequeños, y estos a su vez, no son más que acumulaciones ingentes de hormigas asesinas, que luchan ferozmente por su supervivencia. Aquellos muros lisos y apacibles, son transformados por enormes púas que manan del interior del hormigón. Aquella carretera se torna feliz y soleada como un día de verano, y los coches, que ahora son pequeños lagartos, se mueven sigilosamente siseando, buscando una sombra donde cobijarse. Aquellos camioneros, cambiaron los cigarrillos y puros por bombonas de gas, pues así pueden escupir estas espectaculares llamaradas que hacen que sus camiones cobren vida y se tornen en dragones con plumas ardientes. Aquella gente, sólo cambió en una cosa, y es que emitían un sonido desagradable, como un pitido infernal, un pitido que hacía que todo se fuera volviendo cada vez mas negro, cada vez más pequeño….

Parece que tengo mucha suerte, porque siempre me despierto cuando es mi parada…

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