domingo, 5 de junio de 2011

El Camino

El frío tacto de su mano hizo que me estremeciera, sus mortecinos dedos, largos y huesudos, hicieron que me recorriera un terrible escalofrío por el espinazo. Esa mano cadavérica me agarraba por el cuello y me dirigía como si yo fuera una insulsa marioneta, y ella un cruel y lascivo titiritero que me lleva a un mundo de perdición lleno de dolor.
Me fijé en el camino que recorríamos yo, y el dueño siniestro de aquella maldita mano, y me percaté de que andábamos sumidos en la más cruda oscuridad, no podía ver nada, pero mis temblorosos ojos no hicieron ni ademán de acostumbrarse a tan funesta falta de luz, simplemente lo aceptaron, como si fueran cubiertos por algo. Esto se debió a que prefería no ver lo que me esperaba al final de aquel tortuoso camino, el cruento destino que me aguardaba…
Mis torpes pies avanzaban con pesar, lastimosos al no querer ver como llevan a su dueño al dolor. El sonido que desprendían las tozudas extremidades al arrastrarse por el suelo era el de una triste melodía que se repite como un disco rayado, donde el único sentimiento que se podía descifrar en aquella melodía era de la pena y tristezas más profundas.
Presentía que el final llegaba, que mi camino terminaría, que ya no tendría porque sufrir más. ¡Qué tonto fui pensando eso!, ya que tengo que repetir este tortuoso e interminable camino día tras día, como si de un tedioso trabajo se tratase. El final del espantoso camino, que repetiré una y otra vez, acabó cuando en la distancia, mis ojos cansados vislumbraron un horrible letrero, colgado de una valla espantosa, que proclamaba:

“I.E.S. Margarita Salas”

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