jueves, 20 de diciembre de 2018

Contla

Caen gotas sobre el suelo. La piedra aún en mi mano. Ojos vacíos miran sin ver, un firmamento nublado. Nubes oscuras como  largos años de vejaciones. Pero ya se acabó… sentía la roca fría y la sangre caliente. Farfullaba en bucle ¿Al final no eras tan duro, eh cabrón?. Allí de pie. Los cuerpos de mi madre y mis hermanos reposando no muy lejos. Ese hijo de puta creía haber acabado con todos. Si quieres estar seguro de algo, asegúrate bien. Cuando las balas empezaron a zumbar íbamos por el camino hacia Contla. Huíamos. De donde veníamos  no quedaba nada. Tras dos largos meses sobreviviendo entre las basuras a mi padre se le acabó la paciencia. Las palizas se van convirtiendo en rutina y el miedo sustituye al hambre. Un día, con cara cansada y ojos ausentes, preparó las maletas y nos dijo nos vamos. Vamos a un lugar mejor, recoged lo necesario. Eso hicimos. La primera en caer es mi madre. Un estruendo,un grito sordo, un agujero en la cabeza. Mi padre era un buen tirador, de joven pasó un tiempo como bandolero. Tres tiros más. Uno por hijo. No sé si Dios me salvó o me condenó. La bala entró en mi hombro (mordisco de acero lacera mi interior y  caigo).De algún modo supe que no debía de mover ningún músculo, que no debía ni respirar.No tenía opción gritaba alejándose dando tumbos por el camino. No soporto que vivamos así, no tenía opción. No sé si pretendía suicidarse y en el momento final fue demasiado cobarde para acabar el trabajo. Yo no soy un cobarde. Cuando vi que se había alejado lo suficiente busqué un arma a mi alrededor. Nada, piedras, nada,piedras, nada, solo piedras. Aparto la quemazón del hombro a lo más profundo de mi ser y cojo la primera a mi alcance. Mi padre ya a diez metros. En su revólver dos balas. No puedo esperar más. Me lancé en silencio . No parecía darse cuenta. Seguía balbuceando fundiéndose con el horizonte. Cinco metros. Pero, ¿le voy a dar en la cabeza?. Tres metros. Agarro la piedra con todas mis fuerzas. Me concentro en su nuca. Un metro. De repente me mira. Me mira de soslayo, se ha dado cuenta. El aire se torna viscoso en mi mano. Me ha visto pero no me ha visto. No está aquí. Su realidad ya no convive con la mía, se ha roto, ¿se ha roto?. Se rompe su cabeza con el primer impacto.Salté como nunca antes había saltado y me encaramé a su espalda. Mi palma llena de cortes, mis dedos aferrando el frío. Frío cada vez más cálido. La vida que se derrama sobre el desierto. El reflejo del sol en la piedra me ciega en cada embite. Fuego en mi pecho. Crece y me quema. Cada golpe quema más. Impacto carne y hueso. Hay un crujido. Hueso del que venimos y al que volveremos. Ahora el suelo se tiñe caliente. No sé cuando tengo que parar. No sé matar. Asegúrate. Sigo sobre su cuerpo. Roca,cráneo,roca, cabeza. Cada vez parece menos cabeza. Piezas cada vez más separadas. El cráneo deshecho, pero no sé cuando parar.¿Quiero parar? Me fijo en en su cuchillo colgado del cinto. Me tengo que asegurar. Blanco, arena y rojo. No puede reconocer el rostro de su padre. No siente nada al clavar la hoja en su corazón. Acero que se hunde rasgando carne,tela y órganos.Frío y caliente. El fuego se extingue.

Me levanto, miro, caen gotas sobre el suelo...

Halloween

Caminaba deprisa por la calles oscuras. Joder, llego tarde al seminario nocturno del profesor Bars. Estos último días no he podido dormir bien, los putos gatos de la vecina. Mi destino estaba en un barrio que no conocía, tampoco se puede decir que salga mucho del distrito universitario, pero por lo menos de pasadas conocía la mayoría de ciudad. Las farolas inclinadas y un extraño olor a pelo quemado. Las baldosas de la calle hacía mucho tiempo que necesitaba una reparación,y no parecía que transitaran muchos coches por aquí.

Busco el nombre de la calle en los laterales de los edificios, pero las pintadas, los cartones y los escombros hacen díficil que pueda encontrarla. Además, admitamos que soy un poco miope y llevo alguno dioptría que otra menos de las que debería.

Una anciana se acerca por la calle. Lleva un abrigo roído de color púrpura chillón, aunque se nota el desgaste de los años. Parece que hubiera estando llevando el mismo abrigo por lo menos treinta años. Las uñas largas y el pintalabios mal puesto. Me acerco a preguntar.

Hola, buenas noches, verá, estoy un poco perdido, busco la calle Fantoche, el profesor Edgar Bars de un seminario sobre la Calabaza Owatata, el gran misterio africano, empecé a explicar nerviosamente. La vieja me mira de soslayo, como si yo fuera un fantasma, no para de caminar hasta que la rozo ligeramente el brazo.

Entonces su mano me agarra el brazo. ¿Cómo se ha movido tan rápido la vieja esta?. Me mira con ojos vacíos, uno negro y el otro totalmente blanco, ciego.

Del sol invertido emanan energías desviadas me espetó.

¿Perdone?

Yo he estado muy deprimida y luego muy despendolada, comenzó a hablar mientras me seguía sujetando y con la mano libre sacaba un cigarro y se lo encendía. No puedo tomar anticonceptivos por tomar antipsicóticos.

El olor de su cigarro inundaba mi nariz y me hacía toser. Sabía que tenía que alejarme de este vieja pronto, pero me agarraba con una fuerza poco común para su aparente edad.

Nos metimos en gotas lo que debían de ser dos cartones y se me frió el cerebro.

Sus ojos parecían cada vez más vivos, y la presa de mi brazo más fuerte.

Los emos se volvieron traperos, esfuerzos en vano. Su cara se va acercando a la mía. Puedo ver con claridad la cara de una cincuentona de las películas de blanco y negro que me mira severa. Camellos de poca monta que no saben cómo hay que hacer las cosas, adolescentes que creen que todas las pastillas son iguales. Mientras sigue balbuceando puedo notar su aliento amargo.

Un estudiante de segundo de Literatura que va a un seminario sobre una puta calabaza africana atornillado en una calle de un puto barrio oscuro y sucio con una puta vieja que no para de darle la tabarra. Pero no puede hablar. Lleva un rato queriendo gritar, pero cállese ya señora, que tengo prisa. Quitarme su zarpa de oso del brazo e ir corriendo a mi habitación a seguir leyendo a Bolaño. Pero mis músculos no me respondían.

Psicodélicos en grandes ciudades donde la cara de tu amigo flota oero no hay sensaciones. Metáforas perdidas en metro mientras el cristal hace efecto.

Sin previo aviso, tira el cigarro al suelo y me agarra de la parte de atrás de la cabeza acercándome a ella. Cuando está a escasos milímetros de tocarme, para en seco, me mira y susurra, No hay crimen más atroz que enseñarnos a mirar hacia delante pero no alrededor, tuvi somos todos.
Cuando termina de hablar saca una lengua seca y agrietada y desde la barbilla hasta la frente lame lentamente. Dios, que asco. No puedo moverme. Suelta mi brazo y acto seguido me agarra la entrepierna. Noto como sus dedos van aplastando lentamente mis huevos, sin poder hacer nada. El dolor me recorre toda la columna vertebral. Cuando mi cuerpo no puede aguantarlo más se encoge y cae el suelo. Negro. Duele.

Tras unos segundos vuelvo a recuperar la conciencia. ¿Qué cojones acaba de pasar? Madre mía cuando le cuente esto a Roland. No vuelvo a venir a este barrio en la puta vida. Aun así la conferencia era demasiado importante para mis notas como para que pudiera saltármela, dependo demasiado de la beca. Me arreglo la ropa como puedo e intentando olvidar lo sucedido sigo buscando mi destino.

No tardo en encontrarlo, estaba a sólo dos calles. las 11:58. Aún quedaban dos minutos para entrar. No había nadie haciendo cola en la entrada, supuso que ya estarían todos dentro. Apresuró el paso y se acercó al conserje.

¿Llego a tiempo para el seminario del profesor Bars?
El hombre me mira un poco confundido. Arquea las cejas y responde, está a punto de empezar, pero es un curso sólo para jóvenes menores de 30, asi que me temo que no le puedo dejar pasar señor.
¿Estás de coña? digo indignado, no tengo tiempo para bromitas, me ha costado mucho llegar a tiempo.
Señor por favor, tranquilo. Perdone si le he ofendido con algo que he dicho. Yo no dicto las normas, los mayores de treinta años no pueden pasar.
Pero si acabo de cumplir veintiuno, empecé a levantar mi tono de voz, no podía creérmelo, pero este señor es imbécil o que le pasa.

Cuando voy a sacar de mi cartera mi carnet de estudiante me doy cuenta de algo extraño. Mis manos están surcadas de arrugas, se ven viejas y frágiles, casi transparentes. Busco mi carnet con las manos temblorosas pero no lo encuentro. Empiezo a notar un zumbido en el oído izquierdo y una presión en el pecho.

Recuerdo gritarle al conserje que me dejara pasar, que se dejara de gilipolleces, que me iban a denegar la beca si no. Recuerdo que el me pidió que me tranquilizara, que bajara la voz y que me marchara. Recuerdo haberme puesto violento. Recuerdo haberle cogido del cuello y haber apretado hasta que sus ojos se apagaron y su aliento cesó. Recuerdo a gente reteniéndome en el suelo.

A partir de ahí no recuerdo nada más señoría.

Rusia

Imagínate que estás caminando por las calles de un distrito rico de Moscú. Calles repletas de luces con grandes edificios, gente por las aceras. Es de noche. LLegas a un callejón en la esquina de un bar y te metes por ahí. Apenas hay luz cuando apareces en una puerta con dos hombres vigilándola. Típicos matones rusos que parecen armarios con máscaras de animales que te preguntan una contraseña. Repites las palabras que te repitió tu amigo y te abren la puerta. Frente a ti un pasillo largo y negro que acaba en unas escaleras. Escuchas música y la sigues. La puerta se cierra detrás de ti.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

.

Dos paredes que se chocan rectas en
perennes justas guerras santas
tuvieja
y mivieja
Dos momentos separados imaginariamente en
papeles con segundas intenciones
La paz nunca dio dinero
La guerra nunca dio paz

Seguro

seguro de vida
seguro de hogar
seguro de coche
seguro de todo
y seguro de nada.
La muerte segura
seguro en tu casa
seguro en tu caja
seguro debajo de tierra
que hunde esperanzas.
seguros para todo
seguros para nada.

Autoestop

La sombra que se cierne
sobre nosotros incansable
    borrada la incertidumbre
    de nuestros rostros infantiles
El azar poderoso
que marca el camino
    borrando las huellas
    de aquellos perdidos
en tormentosa rutina
que machaca los huesos
    de todos los niños
    que siempre eran presos
        y nunca libres
Carretera poblada
de lenguajes exóticos
    que invita a la mente
    a paraísos perdidos
y momentos hipnóticos
que ahora siempre reposan
    en pozos sin fondo
    que acumula experiencia
guardada en el polvo
por siempre escondida
    por siempre presente
    esperando aburrida
a que alguien la encuentre
la encontramos dormida
    la encontramos de frente
    en gasolineras convertidas
        en refugio perenne

11

No tienes fin eso que buscas.
Navegas los mares
clamándole al viento
que quieres respuestas.

¡Que siempre preguntas
y nunca lo encuentras!

Son grandes los males
que encuentra tu paso
y siempre habrá alguien
que pise tu mano.

Sin fin yo camino
el camino de humano,
no caigas en duda
ni placeres ingratos.
La vida es esfuerzo
que tú, agarrado
a salientes de leche
y cuchillo de palo,
aferras con fuerza
el fuego apagado.

Ciudades de mierda y campo olvidado.
Manantiales de tierra
entre bosques ocasos.
De la vida sencilla
nos han apartado.
Las flores también lloran,
pero no escuchamos.